que bronca que me dá el sueño que te hizo aparecer
esa siesta de diciembre,
de calor narcótico, me persiguió hasta la noche en la terraza.
nos había visto en un bote en mar abierto
y me señalabas, riendo divertido y ausente, un faro de cartón pintado
antes de que nos tragará un remolino
salí nadando desde el fondo y me desperté
para ir a conocerte y hacer caso omiso de lo que ya sabía